5 may 2016


De chicos, todos fantaseamos alguna vez con "Cuando sea grande quiero ser..." y muchos de esos sueños pudieron hacerse realidad o reinventarse.
Es por eso que invitamos a cuatro de nuestros integrantes a que nos cuenten qué querían ser cuando eran niños:

El deseo de Raúl Bonserio era ser “astronauta, piloto de avión o ingeniero nuclear”, algo que se relacionara con ser un científico: “entrábamos a los laboratorios improvisados de química que teníamos, y fabricábamos pólvora, destilábamos licores, armábamos casitas en árboles”.
La motivación era “…el saber, el cómo y por qué de las cosas”. Aprender y descubrir cosas nuevas continúa siendo su objetivo profesional: “sigo aprendiendo nuevas tecnologías, frameworks, lenguajes de programación. Eso me gusta, y me impulsa a continuar alcanzando metas”.

En la misma línea que Raúl, Rodolfo Arrieta soñaba con ser “inventor”, ser reconocido por la creación de algo novedoso. También estaba fascinado con la idea de tener un laboratorio, hacer experimentos y “cambiar el mundo”. Algunas innovaciones tecnológicas como el CD de música despertaron su curiosidad acerca de cómo se guardaba la información allí.  Recuerda estar en casa con su hermana y su prima y de pronto pensar “vamos a armar algo para cambiar el mundo, algo que no se haya inventado y que se nos haya ocurrido primero a nosotros”. De ahí surgió el deseo de “hacer algo para aportar mi granito de arena”. Cerca de este sueño de chico hoy trabaja en proyectos de desarrollo de software para crear soluciones.

El acercamiento de Nicolás Lavagna a la ciencia, en cambio, tuvo una motivación que provenía de su vida cotidiana: anhelaba ayudar a su abuela aliviando sus tareas en la casa. Su objetivo era “construirle una Robotina”, y para eso debía ser ingeniero electrónico. De chico “desarmaba todo lo que era electrónico, no lo usaba para jugar, quería ver lo tenía adentro”. Finalmente se recibió de ingeniero, y si bien ya no desde la electrónica, desde la informática continúa facilitando el trabajo de las personas mediante la creación de aplicaciones para los dispositivos electrónicos que antes analizaba con tanto empeño.

Silvina Aponte estaba entre ser azafata o paleontóloga.  Como viajaba seguido en avión para visitar a sus abuelos que viven en Tucumán, siempre que podía se escapaba para conversar con las azafatas, que le contaban sus viajes por el mundo y eso le encantaba: “Siempre me atrajo la idea de hablar varios idiomas, poder comunicarme con la gente y viajar por el mundo”. Actualmente, su profesión se relaciona con todo eso, de alguna manera, en el manejo de un “idioma” en el cual, dice, “la computadora me entiende”.


Tenemos la idea de que lo más preciado para un niño es el sueño de convertirse en alguien importante cuando sea grande. Por esta razón, quisimos homenajear la perseverancia de estos y todos nuestros profesionales en seguir viviendo el sueño que impulsa nuestros días. 

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